Translate

viernes, 5 de octubre de 2012

La otra


Encendió la computadora.  Tamborileó con los dedos impaciente mientras subía la pantalla y miraba con concentración las letras que se dibujaban en una rápida sucesión en la pantalla… primero negra y luego de colores brillantes.  Al fin la recibieron las flores de su pantalla de bienvenida y rápidamente insertó su clave de acceso.  Volver a esperar.  Segundos largos.  Su hijo le llamó desde el cuarto.

-Ahora no puedo atenderte.

Su marido llegó de una reunión.  Apenas le hizo caso al beso que le depositó en la mejilla.

-Estoy ajorada sacando un informe del trabajo. 

Viró un poco la laptop para que la pantalla fuera sólo de ella.  El Wi-FI le dio la señal que esperaba y se conectó de inmediato a internet.  Señal leeeeenta. “¡Qué mierda esta!”.  Estaba de mal humor.  No se había podido conectar desde hacía más de dos horas.  Dos horas en las que corrió por las gestiones de la escuela del niño, dos horas en las que sonrió distraída en una reunión de su grupo de voluntarios que planificaba un rally educativo en una playa, dos horas en las que sólo pensaba en su computadora. 

Tenía hambre pero no quería interrumpir para comer.

- Tengo hambre mami.
-Dile a tu hermano que te prepare algo.

Vuelta a la computadora.  Facebook.  Abrió su cuenta secreta y entró a la red.  Con prisa escribió el nombre que le interesaba.  Allí estaba ella.  Fotos aquí.  Fotos allá. Afirmaciones estúpidas.  Mojigaterías sobre el ser y la paz.  Comentarios a actividades de amistades…  Como si nada.  Nada que ver con ella.  La sangre le hervía de coraje.

Google… metió su nombre… buscar… enter.

Subió la página de noticias relacionadas.  Lugares de trabajo, comentarios en blogs, notas de prensa breves.  Había visto las mismas noticias por meses y aun así siempre esperaba encontrar algo nuevo.  Lo que encontraba era toda una vida al margen de la suya.  Nada que las vinculara.  Nada que explicara a algunas personas por qué la evitaba a pesar de tener tantas cosas en común.

Imágenes.  Nuevamente, acá, allá, en un restaurante, con amistades, en la playa.  ¿Para qué se torturaba?  ¿Para qué hacía esto varias veces al día?

-Myrna…
-¿QUÉ? (sí, gritó)
- Nada.- Le dijo el marido y se fue a ver televisión.

Navegó por las pantallas por varias horas.  No se cansaba.  No se dejaba de preguntar qué tenía esa mujer que la embrujaba y que la obsesionaba.  No se lograba explicar qué tenía esa mujer que había retenido a su lado a la otra mujer que ella amaba… o amó.  Ya no sabía a quién perseguía en las redes.
Media noche.  Ya no le quedaba más remedio que ir a la cama al lado de su marido.  Se sorprendió al encontrarla vacía.  Una nota en su almohada le congeló la sonrisa de alivio: “Te dejo.  Ya no puedo aguantar tu affair con la computadora”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario