Encendió la
computadora. Tamborileó con los dedos
impaciente mientras subía la pantalla y miraba con concentración las letras que
se dibujaban en una rápida sucesión en la pantalla… primero negra y luego de
colores brillantes. Al fin la recibieron
las flores de su pantalla de bienvenida y rápidamente insertó su clave de
acceso. Volver a esperar. Segundos largos. Su hijo le llamó desde el cuarto.
-Ahora no
puedo atenderte.
Su marido
llegó de una reunión. Apenas le hizo
caso al beso que le depositó en la mejilla.
-Estoy
ajorada sacando un informe del trabajo.
Viró un
poco la laptop para que la pantalla fuera sólo de ella. El Wi-FI le dio la señal que esperaba y se
conectó de inmediato a internet. Señal
leeeeenta. “¡Qué mierda esta!”. Estaba
de mal humor. No se había podido
conectar desde hacía más de dos horas.
Dos horas en las que corrió por las gestiones de la escuela del niño,
dos horas en las que sonrió distraída en una reunión de su grupo de voluntarios
que planificaba un rally educativo en una playa, dos horas en las que sólo
pensaba en su computadora.
Tenía
hambre pero no quería interrumpir para comer.
- Tengo
hambre mami.
-Dile a tu
hermano que te prepare algo.
Vuelta a la
computadora. Facebook. Abrió su cuenta secreta y entró a la red. Con prisa escribió el nombre que le
interesaba. Allí estaba ella. Fotos aquí.
Fotos allá. Afirmaciones estúpidas.
Mojigaterías sobre el ser y la paz.
Comentarios a actividades de amistades…
Como si nada. Nada que ver con
ella. La sangre le hervía de coraje.
Google…
metió su nombre… buscar… enter.
Subió la
página de noticias relacionadas. Lugares
de trabajo, comentarios en blogs, notas de prensa breves. Había visto las mismas noticias por meses y
aun así siempre esperaba encontrar algo nuevo.
Lo que encontraba era toda una vida al margen de la suya. Nada que las vinculara. Nada que explicara a algunas personas por qué
la evitaba a pesar de tener tantas cosas en común.
Imágenes. Nuevamente, acá, allá, en un restaurante, con
amistades, en la playa. ¿Para qué se
torturaba? ¿Para qué hacía esto varias
veces al día?
-Myrna…
-¿QUÉ? (sí,
gritó)
- Nada.- Le
dijo el marido y se fue a ver televisión.
Navegó por
las pantallas por varias horas. No se
cansaba. No se dejaba de preguntar qué
tenía esa mujer que la embrujaba y que la obsesionaba. No se lograba explicar qué tenía esa mujer
que había retenido a su lado a la otra mujer que ella amaba… o amó. Ya no sabía a quién perseguía en las redes.
Media
noche. Ya no le quedaba más remedio que
ir a la cama al lado de su marido. Se
sorprendió al encontrarla vacía. Una
nota en su almohada le congeló la sonrisa de alivio: “Te dejo. Ya no puedo aguantar tu affair con la
computadora”.
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