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viernes, 19 de diciembre de 2008

Transmutada


Se despertó asustada. Se movió agitada en su mar de sueños y sus manos empujaron miles de tibias olas azules, verdes y blancas que acunaron los sueños de otras sirenas, en otros mares, en otros mundos que nunca se encontrarán de otra manera… Escuchó los ecos de las olas y los suspiros acuáticos por unos segundos, sin reconocerlos, y se quedó dormida de nuevo… En la mañana de luces lunares trenzadas con soles, apenas recordaría los ecos… Al atardecer de amarillos haces de luz ya no tendría el más mínimo recuerdo del miedo que la inquietó en la noche. Pasaría las horas del día, sumergida en otros mares de aire denso, mariposas furiosas y hadas desterradas, moviéndose pesadamente, porque fuera de sus sueños, no tiene la ligereza de sirena que le permite ser ola y onda expansiva.

¿Qué temía? Ni siquiera existe esta pregunta en sus días. Ya el miedo es parte de ella y por lo tanto no lo cuestiona, no lo mira, no lo enfrenta… Cuando se acerca de nuevo a su mar de profundas oscuridades y centelleantes amores, adormilada por el esfuerzo de sobrevivir un día, intuye que algo se agazapa a la espera de que ella, paso a paso se sumerja en el océano del sueño y célula a célula se transmute en sirena nocturna, acunada por las olas de otros mundos…

Esta noche será diferente… Esta noche, al tocar el océano con la punta de su pie, el mar entero se alzará como una pared turquesa, atravesada de estrellas, repleta de peces que le miran asombrados y aguasvivas que huyen mar adentro para no derramarse en la arena… sus pies apenas han comenzado a cosquillear con el agua, a hacerse escamas y aletas tornasol cuando la retirada del mar le hiela el corazón, recordándole el miedo y develando aquello que se agazapaba en los días, en las noches, en la infinita cadena de decisiones y de acciones que constituían la trama de su vida…

De la pared líquida emergió, como de un espejo, ella misma. Ella, con sus ojos cerrados, sus manos caídas, su boca silenciada en una sonrisa educada que de momento le pareció vacía. Ella, con un hueco gigante en el pecho y los pies pesados hundidos en la blanda cama de caracoles… Ella que ahora alza su mano y multiplica el movimiento como un eco que abre a su paso miles de veredas de mar y cielo bordeadas de los rostros interrogantes de otras sirenas y tritones que esperan sus cuerpos dormidos para emprender sus rutas nocturnas y atravesar los mundos que les separan.

¿Está despierta? Abre sus ojos. Ella y la otra se miran… y en esa mirada siente un abismo pero sabe, con una certeza súbita, que lo puede afrontar. Se lleva sus manos al pecho y ahí está, latiendo, su corazón… y más adentro, su espíritu. Ese que revolotea para abrirle los ojos y guiar sus pasos a través del abismo- incorpórea- ajena a los dioses falsos que intentan aguijonear su miedo con tridentes dorados y cruces afiladas y, a la vez, encubrirlo con promesas de triunfo que encierran caminos muertos y solitarios. En el profundo mar del caos y el miedo, una sirena nunca teme porque puede nadar a través de las más profundas aguas y aún así elegir las estrellas que se cuelan desde el cielo. ¿Y qué teme una mujer en la firme levedad de la tierra?

Está sola nuestra sirena transmutada… porque esta noche será distinto y sólo desde su soledad intrínseca e infinita podrá elegir lo correcto… escucharse a sí misma, despertar hecha mujer. Mirar el miedo. Los peces se dispersan en el mar, las aguas vivas se asoman nuevamente a la superficie y el océano lame sus pies, manso testigo de su revelación. No hay sirena ya. Una mujer que mira el océano, despierta. Alza su cabeza a las estrellas y mueve su brazo, esperando sentir las ondas de mar que la conectan a las demás sirenas. Ahí están, las ondas. Ya no son ondas de agua. Es ella y sus acciones, ella y su libertad… conectada a las demás.

Fin


“A mis compañeras de Matria con amor y desde la esperanza. A mis demás cómplices desde la solidaridad… ”



©Amárilis Pagán Jiménez
18 de diciembre de 2008

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